Abr 28, 2023

Blanquita

A lo largo de la última década, tras su debut en el largometraje en 2008 con el documental “La Colorina” -codirigido junto a Werner Giesen- y a partir de la primera película que filmó individualmente: “Carne de perro” (2012), el realizador y guionista Fernando Guzzoni ha desarrollado una interesante carrera en la que a pesar de centrarse en el ámbito de la ficción, siempre funciona como un reflejo de la realidad y de aspectos incómodos y dolorosamente vigentes de la sociedad chilena, como lo vuelve a demostrar en su más reciente trabajo: “Blanquita”, que acaba de llegar a la cartelera local.

Así como “Carne de perro” y “Jesús” tuvieron un buen recorrido en importantes festivales -la segunda incluso fue parte de la competencia oficial en certámenes como San Sebastián-, este nuevo largometraje de Guzzoni también ha destacado internacionalmente: estrenado el año pasado en la sección Orizzonti del Festival de Venecia, donde recibió el premio al Mejor Guion, posteriormente ganó el Colón de Oro como mejor película en el Festival de Huelva, y fue el título elegido para representar a Chile camino al Oscar a la Mejor Película Internacional. 

Ficción a partir de la realidad

Como en su filme anterior, el cineasta y guionista vuelve a realizar una ficción inspirada en un hecho real que impactó a Chile, pero ahora el enfoque es distinto; en Jesús, a partir del llamado «caso Zamudio», Guzzoni abordaba el brutal ataque a un joven, pero no se centraba en éste o su familia (de hecho, la presencia del joven golpeado era fugaz y circunstancial), sino en uno de los implicados en la golpiza, quien se veía envuelto involuntariamente en circunstancias que lo superan, y en la relación de éste con su padre. En cambio, en “Blanquita”, que se origina en el bullado «caso Spiniak» -que precisamente este año cumple dos décadas desde que se diera a conocer a la opinión pública-, Guzzoni opta por centrarse directamente en dos de los principales protagonistas: la joven que le da nombre al largometraje, y el sacerdote que la apoya en la denuncia que está dispuesta a llevar adelante a pesar de todos los obstáculos que irán surgiendo en el camino.

Sí, porque lo que impulsa a Blanquita es ser la testigo principal en el retorcido y mediático proceso que fue dejando al descubierto una red de prostitución infantil, pederastia y pornografía, en la que uno de los principales involucrados es un poderoso empresario y las ramificaciones podrían estar conectadas incluso con reconocidas figuras de la política local. Junto al religioso a cargo de un hogar de acogida para menores de escasos recursos, y con el eventual apoyo de una parlamentaria que cree en la veracidad de sus testimonios, la protagonista es la figura clave en el caso, aunque hay muchas zonas entremedio que se perciben nebulosas y complejas.

Tensión, intensidad e incomodidad

Lo interesante es la manera que Guzzoni escoge para desplegar todo esto. Fiel a su estilo muy realista, de un naturalismo que por momentos roza lo documental, entremezcla el drama y la mirada social y psicológica con elementos de thriller policial, sin que por ello estemos ante una tradicional película de suspenso. Ni mucho menos es un convencional filme al estilo hollywoodense sobre procesos judiciales e investigaciones policiales, que nos plantee todos los antecedentes de manera fluida, esquemática o cronológica. No, porque la historia tiene saltos cronológicos, oculta detalles, sólo insinúa otros y va y viene con un ritmo y fluidez en los que sin duda es muy decisiva la labor del montaje, a cargo de la experimentada Soledad Salfate junto a un experto de notable trayectoria, el polaco Jaroslaw Kaminski, quien ha sido el editor en elogiados y premiados títulos como las nominadas al Oscar Ida, Cold War y Quo Vadis, Aida

En la intensidad y ese tono de permanente tensión e incomodidad que parece marcar la atmósfera de la película, también aporta mucho el uso del sonido y la banda sonora misma, con la muy efectiva música incidental de la francesa Chloé Thévenin. En un caso como este, sería muy fácil ceder a la tentación de mostrar situaciones de forma gráfica y caer en el exceso de sordidez, o en los ribetes de escándalo al implicar a empresarios y políticos; pero en Blanquita se opta por sugerir o insinuar, más que ver en la pantalla todos los detalles, y prefiere concentrarse en los lazos de la protagonista con quienes la rodean de manera más inmediata, y también en el aparataje que se va generando en torno al caso. De hecho, incluso si se conocen la mayoría de las circunstancias del caso real, de todos modos, el resultado de la película puede llegar a ser desolador para los espectadores. Y puede generar diversas reflexiones en torno a diferentes aspectos, desde las condiciones de desamparo en los que puede estar la infancia y juventud chilena de determinados sectores sociales, hasta la violencia de género y la impunidad en la que pueden desenvolverse las altas esferas del poder.

La oscuridad de la propuesta visual, y los aciertos del sólido elenco

Potenciando algunas de sus características ya señaladas, uno de los aspectos más llamativos de Blanquita es la oscuridad de su propuesta visual. Sea como un eco de lo oscuro y turbio de la propia trama o por una directa decisión artística, sin duda es un elemento que no se puede ignorar al ver la película, y que probablemente no funcionará por igual con todas las audiencias; porque no sólo ya desde las primeras escenas los personajes se mueven por interiores en penumbras donde a menudo hay que adivinar lo que hay en pantalla, además hay muchas secuencias nocturnas, e incluso las que transcurren de día y en exteriores tienden a verse con tonalidades más apagadas y lúgubres. Tras trabajar en sus dos largometrajes anteriores con la destacada directora de fotografía uruguaya Barbara Álvarez, Guzzoni en esta ocasión contó con el también excelente Benjamín Echazarreta, el mismo de títulos como Gloria, Una mujer fantástica y Un lugar llamado Dignidad, y la apuesta de ambos definitivamente no pasa desapercibida.

Tampoco se puede pasar por alto uno de los aspectos mejor logrados que están en la filmografía de Guzzoni: la buena elección de actores y actrices, y las sólidas interpretaciones que despliegan en pantalla. En el rol del sacerdote, una vez más destaca un convincente Alejandro Goic, quien ya fue protagonista en “Carne de perro” e interpretó al padre en “Jesús”, cuyo protagonista Nicolás Durán tiene acá un personaje más secundario, pero de todas maneras relevante en la trama. No es sorpresa que reconocidos rostros vuelvan a lucirse con sus actuaciones, desde la parlamentaria que encarna Amparo Noguera al arzobispo que el veterano Jaime Vadell logra desarrollar tan bien en su breve pero contundente interpretación, incluyendo además a Daniela Ramírez y Marcelo Alonso, entre otros; pero sí es muy meritorio el trabajo de dos jóvenes en su debut en cine, Laura López y Ariel Grandón, ella como la protagonista y él en un rol clave, ambos aportando importantes cuotas de realidad y credibilidad, lo que puede hacer aún más inquietante su presencia en pantalla. En particular la Blanquita de López sorprende no sólo por lo bien que interactúa con actores tan experimentados como Goic y Noguera, sino especialmente por la fuerza y determinación de su carácter, empecinada en su objetivo de una manera casi obsesiva, lo que hace aún más perturbadora o desoladora la manera en que se irán desenvolviendo las cosas, tanto en la historia real que la inspiró, como en la película misma.

  • Título original: Blanquita
  • Director: Fernando Guzzoni
  • País: Chile, México, Francia, Luxemburgo, Polonia
  • Año: 2022
  • Género: Drama, suspenso
  • Duración: 94 minutos
  • Guión: Fernando Guzzoni
  • Con: Laura López, Alejandro Goic, Amparo Noguera, Daniela Ramírez, Ariel Grandón, Marcelo Alonso, Nicolás Durán, Jaime Vadell
  • Música: Chloé Thévenin
  • Producción: Giancarlo Nasi, Yves Darondeau, Pascal Guerrin, Emmanuel Priou, Donato Rotunno, Beata Rzezniczek
  • Fecha de estreno: 27 de abril, 2023
  • Distribuidora: Cinecolor Films Chile

Joel Poblete Morales

Periodista y crítico de cine, ex presidente del Círculo de Críticos de Arte de Chile. Como miembro de la Federación Internacional de la Prensa Cinematográfica, FIPRESCI, integró jurados de la crítica en festivales de Alemania, España, Suiza y México. Entre 2007 y este año fue uno de los programadores del festival de cine SANFIC. Periodo 2020 - 2023.

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