Los amantes de las comedias musicales están de fiesta con la nueva producción del prolífico Ryan Murphy, El Baile (The Prom) protagonizada por una incomparable Meryl Streep y una deslucida Nicole Kidman, acompañadas de James Corden y Kerry Washington, entre varios conocidos y que podemos ver en Netflix.
Aunque no soy adepta a este tipo de obras, debo reconocer que “El Baile” es divertida y sin mayores pretensiones, media nerd, bastante predecible, típica película de la época de Doris Day, pero con una temática que sin duda acapara adeptos: la discriminación sexual con abierta alusión a la comunidad LGTB.
En lo que todos estaremos de acuerdo es que no será el filme del año, ni va a cambiar el mundo, pero hace pasar un rato agradable, con un respetable elenco que se divierte a morir y que trasmite esa alegría con escenas llenas de luz, color, movimiento y energía. La verdad es que Murphy no escatima en recursos y, a diferencia de su recordada “Glee”, acá se nota que hay presupuesto y licencia para lo que quiera, especialmente, para mostrar su pasión desbordante por las artes, el canto y el baile, metiendo en escena un espectáculo de “Monster truck” (esas camionetas gigantes)…como demasiado.
¿De qué se trata?
La película está basada en una producción teatral del 2016 y muestra a los protagonistas estrenando una obra en Broadway centrada en la figura de la esposa del Presidente Roosevelt, Eleonor, que no es bien recibida por la crítica. Esto es un balde de agua fría para sus inflados egos que los deja al borde de la depresión hasta que alguien les da una singular idea. Una colega Angie Dickinson (Kidman) descubre en redes sociales la noticia de una secundaria, en la ciudad de Indiana, cuyo baile de graduación es cancelado por el centro de apoderados para evitar la asistencia de una de sus alumnas.
Ella es una jovencita de 17 años llamada Emma Nolan (Jo Ellen Pellman) que soñaba con asistir a la fiesta de cierre de su vida escolar en compañía de su novia. Algo no bien visto por una sociedad escolar con una mirada temerosa y arcaica sobre la diversidad sexual.
Comienza La Fiesta…
Esto es lo que necesitan para captar buena prensa y relanzar su alicaída carrera. Con eso en mente el singular grupo, compuesto por Dee Dee Allen (Streep), una diva ganadora de 2 premios Tony; Barry (Corden) su compañero un poco menos famoso y también parte de una minoría, aunque un poco sobre actuado; Angie (Kidman) que me recordó a Satine de “Moulin Rouge”, pero bastante menos protagónica; Trent Oliver (Andrew Rannells) -un desempleado actor formado en Juilliard, parte a Indiana para ayudar a Emma, viajando gratis en el bus de una compañía que se encuentra de gira.
Así llegan a Edgewater, donde hacen una espectacular entrada irrumpiendo en una reunión de la secundaria James Madison, en la cual están Emma, el juicioso director Hawkins (Keegan-Michael Key) y la “villana” Sra. Greene (Kerry Washington). Esta última es la intolerante presidenta del centro de padres y apoderados que estuvo tras la cancelación del baile y que desconoce un hecho clave en la historia: su única y casi perfecta hija Alyssa (Ariana DeBose) es,, a escondidas, la novia de Emma.
Desde ese momento, Dee Dee y compañía encontrarán un aliado en el director Hawkins, quien además es un fanático de los musicales de Broadway y siente una profunda admiración por la diva. Y comienza en El baile una sucesión de coloridos números musicales, en los que sus protagonistas ponen a prueba sus dotes vocales, mientras el espectador que no es seguidor del género sentirá que va a bordo de una montaña rusa, que cae de una canción a otra. El peso de la historia recae en Meryl Streep, quien reafirma su talento para enfrentar el desafío de cualquier género cinematográfico
Netflix sigue apostando por historias diversas y por la normalización de personajes de todo el arcoíris y eso hay que aplaudirlo. Sobre todo si lo hacen con un musical que nos consigue poner una sonrisa y acaba convirtiendo nuestro salón en la fiesta que tanto nos merecemos después de todo lo que estamos pasando. Aconsejable para pasar el rato y olvidarse de que afuera no hay una fiesta.
