Una de las técnicas que más se ha utilizado en estos últimos años, casi hasta agotar al espectador, es el de los remakes. Tomar una historia que encantó a muchos y darle un giro más moderno o, simplemente, reintroducirla a nuevas audiencias con la ayuda de intérpretes populares, suena como una buena idea en teoría, pero los resultados no siempre son los deseados por parte de estudios y espectadores, haciendo de las nuevas versiones un fracaso por donde se les mire.
NO MATES LOS CLASICOS
Obviamente, hay ocasiones en que lanzar una versión actualizada de una amada cinta tiene mucho sentido, mientras que, en otras, resulta en realidad contraproducente, especialmente cuando se hace mal. Y esto fue exactamente lo que ocurrió en el 2015 cuando la cinta “Point Break”, intentó reproducir la magia y emoción de la entrega original protagonizada por Keanu Reeves y Patrick Swayze.
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El remake, protagonizado por Edgar Ramirez, Delroy Lindo y Teresa Palmer claramente no dio los resultados esperados, dejando a gran parte de los espectadores con gusto a poco. Esto se debió a que la película dejó de lado el desarrollo de personajes, trama y básicamente todo lo que necesita una buena historia, seguramente por la sugerencia de algún ‘genio’ del marketing, para ofrecernos una serie de secuencias de acción y deportes extremos ligeramente unidos por un crimen poco interesante e inspirado.
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Otro ejemplo de una cinta que no pudo acercarse, ni mucho menos igualar, la calidad de su antecesora fue “Ben-Hur” el 2016 y que llegó a los cines casi seis décadas después de la versión anterior. De hecho, a pesar de los años que pasaron, la cinta de 1959 superó en drama, emoción, romance y en casi todos los aspectos al largometraje más reciente, sin contar con la épica secuencia de las carrozas, una de las mejor logradas de la época.
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POLÍTICAMENTE CORRECTO HASTA EL CANSANCIO
Uno de los conceptos que han acogido los estudios a la hora de ofrecernos nuevas versiones de una historia ya conocida es darle un giro “políticamente correcto”, en orden a modernizarla o sencillamente acercarla a nuevos públicos a través de un relato más ‘inclusivo’. Y mientras que en muchos casos esto no ha afectado la calidad de la película e incluso han eliminado contenidos que resultarían ofensivos en la actualidad, hay casos donde las variaciones terminaron por alejar a los espectadores.
El ejemplo más reciente es sin duda “Black Christmas” del 2019, segundo remake de esta cinta de 1974 después de la versión de 2006 protagonizada por Michelle Trachtenberg y Mary Elizabeth Winstead. La última entrega resulta particularmente desagradable a partir de su giro con políticas de género, que apunta a que todo hombre es intrínsecamente malo, a tal punto que durante una conversación uno de los personajes secundarios lo afirma, sin asco ni pudor, como un hecho de la vida que todos aceptan. Pero no se quedan en palabras, porque los personajes masculinos caen en una de dos categorías: son misóginos que ven a las mujeres como posesiones o son posesiones sumisas de las mujeres.
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Pero, quizás lo más lamentable del reciente remake de “Black Christmas”, es que eligieron el que puede ser el género cinematográfico más feminista que hay para hacer lo que quiera que hayan querido hacer. Casi por definición, las películas de terror, especialmente los slashers son fuente inagotable de mujeres fuertes e independientes, siendo la cuna del término ‘final girl’ o chica final (la última en sobrevivir a la masacre y detener al asesino… generalmente), por lo que además la película resulta redundante.
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DE MAL EN PEOR
Tiene sentido hacer un remake de una gran historia, ya que se cuenta con una base firme donde empezar y, en el caso de crear un producto mediocre, igualmente se puede profitar con solamente el título. También, hay casos en que por razones incomprensibles, deciden rehacer películas que incluso en su versión original dejan mucho que desear.
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A pesar de que hay varios ejemplos de remakes de cintas de baja calidad que resultan aún peor, quizás ninguno resalta tanto como “House Of Wax” del 2005 que quiso replicar el concepto de la entrega 1953, protagonizada por Vincent Price y que con el correr de los años ha ido tomando estatus de película de culto. En el caso de la versión más reciente, nunca hubo demasiadas expectativas por parte de las audiencias, especialmente cuando se supo de la participación semi protagónica de Paris Hilton, quien en ese momento era más conocida por sus escándalos personales que por cualquier otra cosa. Y en ese sentido, la película no defraudó, siendo en el mejor de los casos una entrega olvidable.
Aunque generalmente, cuando un estudio hace el anuncio de un nuevo remake, la reacción de parte de los espectadores no es la mejor, tampoco podemos descartar de frentón esta herramienta cinematográfica, ya que además de entregar viejas historias a nuevas generaciones, también sirve para masificar buenas películas que en su versión original no alcanzaron audiencias muy amplias. Este fue el caso de la cinta austriaca “Funny Games” que tuvo una versión estadounidense de muy buena calidad el 2007, protagonizada por Naomi Watts, Tim Roth y Michael Pitt; por lo que al final del día, solo queda ver una película antes de desecharla simplemente por no ser una idea original.
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