A pesar de las revoluciones, destierros y muertes, la monarquía ha traspasado la barrera de los siglos y en Europa sus representantes siguen a las cabezas de varias naciones, como también en otros rincones del mundo. Una representación del poder “divino”, más que fáctico, que siempre ha inspirado a Hollywood y también a productoras televisivas.
Un camino de reyes, reinas, consortes y cortes que siempre tuvo sus puntos más altos en el cine -con “Elizabeth” y “La Reina” como ejemplos-, hasta que en 2016 llegó a Netflix la serie creada por Peter Morgan, en base a su obra teatral “The Audience”, y la historia de la monarquía en pantalla chica comenzó a escribir una página diferente y mejor.
Hoy, a cuatro años de ese debut, “The Crown” retorna en gloria y majestad con su cuarto ciclo, uno de los más esperados por sus seguidores, ya que pone su foco en una de las décadas más convulsionadas y expuestas a la opinión pública para la Casa de Windsor, por hechos relacionados tanto con la polìtica como con el corazón.
Una etapa donde las mujeres siguen siendo el eje del conflicto, pero que ya no está completamente enfocada en las figuras de la reina Isabel II (bajo la piel de Olivia Colman) o su hermana, la princesa Margarita (Helena Bonham Carter), sino que en otros dos nombres con personalidades opuestas: la impasible Margaret Thatcher y la ingenua Diana Spencer.
Así, con los años 80 como entorno, «The Crown» retorna este domingo al streaming con un total de 10 episodios -de los cuales la prensa tuvo acceso a cuatro- que están decididos a sacarle el mayor partido a la denominada Dama de Hierro y a la popular Lady Di.
Como ya lo deja muy en claro el primero de ellos, que ofrece los minutos iniciales por completo a Isabel y a unos de los conflictos que marcaron esos años de su reinado -la lucha republicana irlandesa-, para luego poner el foco argumental en la elección de un nuevo Primer Ministro. Una selección que por primera vez recayó en una mujer.
Aquí, como una gélida ráfaga, hace su aparición Gillian Anderson (Los Archivos Secretos X) como Margaret Hilda Thatcher, quien a sus 54 años, en 1979, se convirtió en la cabeza del gobierno británico y con el paso del tiempo se transformó en una de las figuras políticas menos populares. Todo lo contrario de la mujer, o jovencita, que se presenta a continuación.
Una introducción que ocurre en una pausada escena, cuando el príncipe Carlos (Josh O’Connor) visita a su interés amoroso de ese entonces, Sarah Spencer (Isobel Eadie). Aquí, en medio de un gran salón y la bucólica luz de la mañana, una tímida muchacha disfrazada de árbol llama su atención: su nombre es Diana (Emma Corrin) y es la hermana menor de Sarah.
Así, con las dos piezas claves de su temporada al descubierto, “The Crown” comienza a dibujar una trama donde nuevamente son claves las descripciones de la intimidad de sus coronados protagonistas; con Olivia Colman nuevamente entregando lo mejor de sí como una monarca que otorga a sus perros y caballos toda la calidez que niega a sus hijos.
Donde éstos últimos son quienes encauzan líneas argumentales. Con Ana (Erin Doherty) masticando la molestia de su impopularidad, un joven Eduardo (Angus Emrie) analizando las burlas de las que es víctima en el colegio y un desfachatado Andrés (Tom Byrne) -sí, el mismo del escándalo Epstein-, sopesando si algún día sentará cabeza.
Y en especial Carlos, quien apresura el compromiso con Diana, mientras mantiene su relación con una casada Camilla Parker Bowles (Emerall Fennell). Los pasajes más interesantes de la serie son gracias a la casi desconocida Emma Corrin y su trabajo emulando las inconfundibles miradas y gestos de la futura Princesa de Gales. Tampoco podemos olvidar a Gillian Anderson y su labor como Thatcher, tanto en su dimensión política, como también de madre y esposa. Lo que reafirma el primerísimo nivel de los actores de un espacio que además posee una acabada producción y ambientación, y que con su cuarta temporada solo confirma su sitio entre lo más destacado de Netflix. Larga vida a The Crown.
