Si aún no la conoces, La Tortuga Roja es uno de esos títulos que funcionan como un susurro: minimalista en palabras (no tiene diálogos) y enormemente expresiva en imágenes y silencios. La película, firmada por el holandés Michaël Dudok de Wit y coproducida por el legendario Studio Ghibli junto a la compañía Wild Bunch, tuvo su estreno mundial en el Festival de Cannes 2016 y dejó una marca inmediata por su belleza sobria y su honestidad emocional.
La historia es sencilla y potente: un hombre naufraga y despierta en una isla virgen, rodeado por fauna y un bosque de bambú. Sus intentos por escapar chocan una y otra vez con una fuerza misteriosa del mar, representada por una majestuosa tortuga roja que terminará por cambiar su destino. Esa trama minimalista permite que las imágenes, los gestos y la música hablen con toda la intensidad que suelen reservar los grandes poemas visuales.
La película destaca por su apartado sonoro y visual
La partitura, compuesta con delicadeza, guía las emociones sin estridencias y la animación privilegia la economía de trazos y el color —con esa icónica tortuga roja que contrasta sobre planos marinos— para contar el ciclo de la vida, la soledad, el amor y la reconciliación. Ese enfoque silencioso y profundo le valió reconocimientos internacionales y una nominación al Oscar a Mejor Película Animada, además del premio en la sección Una Cierta Mirada de Cannes en su momento.
¿Por qué volver a verla en cines ahora? Porque La Tortuga Roja es de esas películas que recuperan toda su fuerza en una sala: la escala del océano, el crujir del bambú y el latido de la partitura se sienten distintos cuando no hay distracciones. Además, para muchos espectadores latinoamericanos será la primera oportunidad de experimentarla en grande, tal como la concibió su autor. Noticias locales y cadenas de exhibición confirman la llegada del filme a la cartelera regional el 16 de octubre.
Si te mueve el cine que invita a pensar y a sentir sin darlo todo masticado, apunta la fecha: este 16 de octubre, La Tortuga Roja vuelve a recordarnos que, incluso en el silencio, el cine puede hablar con una claridad dolorosa y hermosa.