Desde el primer minuto supe que Sariri no busca acallar preguntas: las propone. La ópera prima de Laura Donoso parte de una memoria personal —esa incomodidad y silencio que rodeó el llamarle «estar enferma» a menstruar— y la transforma en una fábula austera y contundente sobre cómo se construyen, sustentan y desafían los tabúes en espacios rurales. Lo admirable del film no es solo su tema (delicado y, a la vez, cotidiano), sino el modo colectivo en que fue pensado y ejecutado: un proyecto de titulación que se negó a quedarse en la facultad y creció hasta disputar festivales y, finalmente, salas comerciales.
La pieza central del relato son dos hermanas: Dina, adolescente de dieciséis años que enfrenta un embarazo no buscado y sueña con escapar; y Sariri, niña en su primera menstruación que debe enfrentar ritos y una tradición que la empuja a un viaje solitario. A partir de esa premisa sencilla se construye una película que sabe medir sus silencios y usar el silencio como herramienta política: no sermonea, no juzga en bloque, pero muestra con precisión las microviolencias que atraviesan la cotidianeidad femenina. En mi opinión, esa decisión de abrir una conversación antes que ofrecer soluciones absolutas es la fuerza ética del filme.
Visualmente
Sariri es un trabajo de economías bien aprovechadas. Rodada en Condoriaco —un lugar sin electricidad— la película convierte las limitaciones técnicas en recursos estéticos. La dirección de fotografía de Raimundo Naretto Alfaro aprovecha la luz de las velas, la luna y el sol implacable del desierto para acentuar sensaciones: aislamiento, desgaste y una belleza áspera que es también una presión. Lejos de ser un decorado, el desierto es un personaje: hostil, inmenso y poético al mismo tiempo; un paisaje moral que tensiona las decisiones de las protagonistas y obliga al espectador a caminar con ellas.
Lo que me gusta de Sariri es cómo esa estética sirve al relato y no al revés. La penumbra interior, las texturas de la piel y la piedra, la manera en que la película juega con la idea del tiempo detenido, todo está al servicio de una dramaturgia íntima y sensible. Esa atmósfera también es fruto del trabajo colectivo detrás de cámara: Donoso no esconde su miedo a escribir sola —de hecho buscó y valoró el acompañamiento de un grupo de guionistas (Javi de Miguel, Sofía Pavesi, Carolina Merino y Francisca Durán)— y ese carácter comunitario se traslada a la pantalla en la solidez del montaje y el sonido.
La labor actoral merece mención
Catalina Ríos, en el rol de Dina, soporta exigencias físicas y emocionales propias de rodar en condiciones extremas; su presencia ayuda a anclar la película. Martina González, que tenía nueve años en el set y encarna a la Sariri de once, sorprende por su naturalidad y capacidad de “crecer en cámara”, resultado del cuidado y los ejercicios lúdicos que el equipo aplicó para que la niña no perdiera su espontaneidad. Javi de Miguel, además de guionista, ejerció como coach actoral, y ese acompañamiento se nota en la confianza del elenco.
La banda sonora, compuesta por Milton Núñez, es otro hallazgo: un trabajo que se fue ajustando hasta último momento y que consigue potenciar la sensación temporal de la película —esa mezcla de espera, rito y pequeño cataclismo. En montaje, Antonio Oyarzún y en sonido Jorge Muñoz y Claudio Carrasco logran una textura sonora que respira con las imágenes y subraya sin empujar.
Si tengo una crítica
Es hacia la ambición de Donoso por abarcar tanto desde una mirada tan contenida: en ciertos pasajes la película se guarda más de lo que me habría gustado, y hay momentos en que las preguntas parecieran necesitar un poco más de filo. Pero esa misma prudencia es, al mismo tiempo, lo que permite que Sariri funcione como plataforma de conversación y no como un alegato cerrado.
Para terminar: Sariri es una película que se siente nacida de la paciencia, del trabajo en grupo y de la convicción de que el cine puede abrir diálogos necesarios. No pretende dar lecciones, sino invitar a una charla incómoda y necesaria sobre cuerpos, tradiciones y violencia cotidiana. Laura Donoso entrega una ópera prima honesta: imperfecta en sus dudas, poderosa en sus intenciones. Apúntala en tu calendario: llega a salas chilenas el 9 de octubre de 2025. Yo, por mi parte, salí con ganas de hablar. ¿No es esa una de las mejores funciones que puede cumplir una película?
- Título Original: Sariri
- Director: Laura Donoso
- País: Chile
- Año: 2024
- Género: Drama
- Duración: 1 hora 17 minutos
- Con: Martina González, Catalina Ríos, Paola Lattus
- Guión: Laura Donoso, Javi de Miguel, Sofía Pavesi, Carolina Merino y Francisca Durán
- Música: Milton Núñez
- Producción: Isadora Thiele
- Fecha de estreno: 9 de octubre, 2025
- Distribuidora: StoryBoard