En el año 2011, separadas por apenas seis meses, se estrenaron dos de las mejores adaptaciones fílmicas de las novelas más conocidas de las hermanas Charlotte (1816-1855) y Emily Brontë (1818-1848). De la primera llegó en marzo la película Jane Eyre, protagonizada por Mia Wasikowska y Michael Fassbender, mientras que de la segunda se lanzó Cumbres Borrascosas, filme con Kaya Scodelario y James Howson mostrado nada menos que en el Festival de Venecia.
Aquella elección de vitrinas públicas tenía una lógica bastante atendible. Mientras Jane Eyre era una película más comercial y con actores bastante conocidos, Cumbres Borrascosas era un filme oblicuo y distinto, una especie de desmentido a todo lo hecho antes, ahora con vocación de rebeldía. En este entendido fue bastante coherente que el largometraje con Mia Wasikowska tuviera al menos un estreno comercial en Chile en el Festival de Cine Las Condes en el enero del 2012, mientras que la producción con Kaya Scodelario languidecía en los sótanos del cine independiente y sin distribución internacional.
Una década más tarde, en medio de una pandemia que nos acerca las películas a través del streaming como nunca antes sucedió en la historia, ambas obras están al alcance de un click. Y, bueno, de unos cuántos pesos dependiendo de si se las ve en plataformas de pago o en el arriendo/compra virtual.
Un buen ejercicio es verlas juntas y comparar estéticas, actuaciones y puesta en escena. Las hermanas Brontë (hay una tercera también, Anne) no eran particularmente parecidas entre ellas (aunque todas murieron antes de los 40 años) y sus obras disfrutan de adaptaciones que escarban en sus obsesiones y miradas. Por el momento, Amazon Prime Video ofrece la versión de Cumbres Borrascosas de la directora inglesa Andrea Arnold, que también está disponible en la plataforma Mubi, un servicio dedicado más al cine arte e independiente. Para el arriendo, el filme está en Google Play Movies, la plataforma del gigante tecnológico que próximamente operará sólo bajo el nombre YouTube, también de Google.
Jane Eyre del cineasta estadounidense Cary Joji Fukunaga, del que este año debería estrenarse la esperada 007: Sin Tiempo Para Morir, no está en plataformas, pero se puede adquirir o arrendar en al menos dos servicios: Apple TV+ y Google Play Movies. Es una película algo más común de encontrar en el cable, pero su esplendor visual bien vale una función especial aparte.
Romance y tragedia en el norte de Inglaterra
Ambas películas transcurren en el norte de Inglaterra, en los territorios de Yorkshire o aledaños, en medio del paisaje agreste y salvaje de las altas tierras locales. Jane Eyre, que es la adaptación número 17 de la novela al cine, es la historia de una mujer que logra desmalezar su vida y pararse después de una caída tras otra. Jane (Mia Wasikowska) debe enfrentar primero la poca hospitalidad de un orfanato y luego la frialdad humana y física de la imponente morada de Edward Rochester (Michael Fassbender), un ser extraño y distante.
La película de Cary Fukunaga es bastante clásica en su estructura y transcurre en alguna época hacia el final de la llamada época georgiana, en la primera mitad del siglo XIX inglés. Su diseño de vestuario es de primera y por esta labor el británico Michael O’Connor fue nominado a un Oscar.
Por el contrario, Cumbres Borrascosas se mueve en el terreno del cine de autor y tiene las señas de su directora, la inglesa Andrea Arnold, que venía de ganar el Premio del Jurado en Cannes por su cinta Fish Tank (2009). Por primera vez el rol del complejo y conflictivo Heathcliff es interpretado por un actor afro-británico, siguiendo en este sentido la descripción física que la propia Emily Brontë especificaba en la novela. El rol recae en James Howson, mientras que su contraparte femenina Catherine Earnshaw está a cargo de Kaya Scodelario (Maze Runner), que acá recién tenía 18 años y aún participaba en la popular serie adolescente Skins.
Cumbres Borrascosas también sigue el sino de las vidas marcadas por la orfandad (Heathcliff es recogido en una calle de Liverpool) y por las disputas familiares. Es una película mucho más dramática que Jane Eyre y la realizadora imbuye cada toma de un ritmo nervioso, con cámara en mano y con escenas donde los colores oscuros y las sombras son el alimento visual. Ambas películas son hermanas, dialogan entre ellas y entran en el terreno de la recomendación absoluta.
