El mundo de la televisión despide a uno de sus más brillantes compositores. Mark Snow, reconocido por su icónica música para The X-Files, falleció este viernes 4 de julio a los 78 años. Su legado musical no solo marcó el tono de una de las series más influyentes de los noventa, sino que también ayudó a definir el sonido de la televisión durante más de cinco décadas.
Nacido como Martin Fulterman en Brooklyn, Snow comenzó su carrera como músico clásico. Estudió en la prestigiosa Juilliard School of Music, donde compartió aulas con su amigo y colega Michael Kamen. Juntos fundaron The New York Rock & Roll Ensemble, una banda que mezclaba música clásica con pop y que llegó incluso a presentarse bajo la batuta de Leonard Bernstein.
Un referente en la TV
A mediados de los años setenta, Snow se mudó a Los Ángeles y comenzó a componer para televisión. Desde entonces, su firma musical se escuchó en decenas de series como Hart to Hart, T.J. Hooker, Smallville, Ghost Whisperer, Blue Bloods y Millennium, entre muchas otras. Pero fue su trabajo en The X-Files lo que lo catapultó a la fama mundial.
La historia de la creación del tema de The X-Files es tan legendaria como la serie misma. Según Snow, el sonido surgió casi por accidente: su codo presionó una tecla del sintetizador y nació ese inquietante silbido que, combinado con una base rítmica sutil, terminó siendo un hit inesperado. La pieza, sin letra, sin batería ni guitarras, llegó al top 10 en Europa en 1996 y fue nombrada por Rolling Stone como una de las 100 mejores canciones de apertura de series de todos los tiempos.
Nominaciones
Snow fue nominado 15 veces al Emmy, seis de ellas por su trabajo en The X-Files, y recibió múltiples reconocimientos a lo largo de su carrera, como el ASCAP Golden Note Award y el Career Achievement Award de la Academia de TV.
Además de componer para televisión, también trabajó en cine y en los últimos años colaboró con el cineasta francés Alain Resnais. Su música evolucionó con el tiempo: pasó de escribir partituras orquestales a convertirse en pionero del uso de instrumentos electrónicos para narrar historias audiovisuales, siempre desde su estudio casero y con una sensibilidad inconfundible.
Compositores como Sean Callery (24) lo describen como un mentor generoso, cuya humildad y sabiduría inspiraron a toda una generación de artistas. “Enseñaba a confiar en la intuición y a abrazar la voz propia”, declaró Callery.
Snow fallece dejando no solo una vasta obra, sino también el recuerdo imborrable de un compositor que supo transformar el silencio en emoción y el misterio en música. Su arte seguirá sonando cada vez que alguien escuche ese silbido característico y sienta que “la verdad está ahí afuera”.
Descanse en paz, maestro.