Aunque hoy en día es habitual ver a un ganador del Oscar como actor protagónico de una serie, hubo una época donde pasar de la pantalla grande a la chica era prácticamente una sentencia de muerte para la carrera del intérprete.
Durante mucho tiempo, para un actor, la televisión era sinónimo de dos cosas: 1) lanzar una carrera, tal como lo hizo George Clooney con E.R. para luego saltar a la pantalla grande. 2) refugiarse luego de perder su lugar en el cine, como Geena Davis, quien no pudo recuperarse del fracaso de “Cutthroat Island” de 1995, y terminó por tener su propia sitcom, “The Geena Davis Show”.
De hecho, durante largos periodos de tiempo, la única forma en que podíamos ver a la elite de Hollywood sobre la pantalla chica era en un cameo de pocos instantes, o como actor invitado en “Friends” o “The Simpsons”.
Pero de un momento para otro nació una nueva tendencia, donde la frontera imaginaria de calidad entre el cine y la TV ya no existía. Y aunque realmente resulta difícil indicar cuándo ocurrió este cambio de mentalidad entre los actores, quizás un detonante posible podría ser el caso de Glen Close, actriz siete veces nominada a los premios de la Academia, quien luego del rol antagónico que asumió durante una temporada de “The Shield” el 2005 pasó a protagonizar el programa “Damages” el 2007.
Pero, más que un momento en particular, lo que realmente hay que preguntarse es el por qué de este repentino cambio, donde la televisión pasó de ser mirada como una plataforma inferior a transformarse en el escenario principal.
Son varios los factores que llevaron a esta conversión, siendo (como es de costumbre) la tecnología uno de los grandes impulsores. Anteriormente uno debía estar frente al televisor a cierta hora y cierto día, en orden de poder ver un episodio, por lo que si uno se perdía un capítulo había que esperar que terminara toda la temporada y la cadena comenzara a emitir repeticiones. Esto a su vez obligaba a los guionistas a escribir historias básicas y que se pudieran resumir en un solo show, para que los espectadores no se sintieran perdidos a mitad de temporada.
Pero con la llegada de los DVD, Blu-ray y posteriormente las plataformas de streaming, las audiencias tuvieron la posibilidad de ver cada temporada a la velocidad y en el momento que se les antojara, abriendo paso a narraciones con mayor continuidad, donde la mitología (el arco narrativo) de la temporada tomaba mayor importancia.
Otro factor esencial es el de los presupuestos, porque mientras la cadena HBO, debido a su habilidad de contar historias que en otros canales serían considerados tabú, siempre atrajo a grandes talentos. Con la llegada de los streamings la competencia se disparó y, por lo tanto, las inversiones en contenido también, lo que hacía bastante más atractiva la pantalla chica para los mayores talentos de Hollywood.
Finalmente, este boom económico también significó la creación de mejores personajes, más detallados y profundos. O sea, para poner esto en contexto, hace veinte años habría sido imposible ver a un antagonista como Homelander (“The Boys”), con todas sus debilidades, perversiones y su sed de sangre en una producción episódica y mucho menos a un Walter White (“Breaking Bad”). Son roles que resultan sumamente atractivos para cualquier intérprete de renombre.
Seguramente, ya no sorprende ver series como “The Undoing”, protagonizada por actores de la talla de Nicole Kidman y Hugh Grant, situación que solamente se irá acrecentando con la importancia cada vez mayor del streaming. Pero, para los que somos más viejitos, hubo un tiempo donde simplemente la idea de tener a la elite en un programa televisivo resultaba completamente desquiciada.
