A menudo hay películas que por su premisa argumental o por su tráiler, predisponen al público a favor o en contra de lo que pueden ofrecer. Un ejemplo de esto bien podría ser “La traviata, mis hermanos y yo”, película francesa que acaba de llegar a la cartelera local. En apariencia, podría ser sólo una nueva versión de los clásicos relatos de superación en los que un niño o adolescente intenta salir adelante con su pasión artística a pesar de vivir en un entorno complejo y vulnerable; algo como lo que hace dos décadas logró de manera tan efectiva la exitosa y premiada “Billy Elliot”. Pero afortunadamente este nuevo filme tiene suficientes méritos para ir más allá de los clichés y ser algo más que eso.
Estrenada mundialmente el año pasado en el Festival de Cannes como parte de la sección Una Cierta Mirada, la película es la ópera prima del realizador galo Yohan Manca, quien además escribió el guion, basado en una obra teatral de Hédi Tillette de Clermont-Tonerre. La historia se ambienta en una localidad costera mediterránea al sur de Francia, en donde su joven protagonista, Nour, vive junto a sus tres hermanos mayores, conformando una suerte de familia disfuncional que se ha visto marcada por la ausencia/presencia de la madre, quien está hace un tiempo en coma y a quien cuidan entre todos.
Intensidad y tensión entre hermanos
Pero, aunque la trama transcurre en plena época de vacaciones de verano, con muchos turistas en la playa, Nour comiendo siempre que puede un trozo de sandía para capear el calor y poniendo los parlantes cerca de la habitación de su madre para que ésta pueda oír ópera como le gustaba antes de sus complicaciones de salud, la realidad no es tan relajada ni amable para el protagonista. Si bien algo de afecto fraternal se alcanza a percibir ocasionalmente, sus hermanos no son precisamente un ejemplo de contención familiar: el mayor (interpretado por Dali Benssalah, a quien el año pasado se pudo ver en “Sin tiempo para morir” y más recientemente en la intensa “Athena”, disponible en Netflix) ejerce como una especie de padre suplente o jefe de familia, pero está casi siempre malhumorado y tiene poca paciencia, mientras el del medio está más preocupado de su físico y ocasionalmente ejerce de taxi boy; y el otro es prácticamente un delincuente involucrado en drogas. Los tres son bruscos, impulsivos, están siempre dispuestos a enfrentarse en una pelea a la menor provocación, habitualmente están mandando a Nour a hacer los mandados o trámites y además de que están más preocupados de que empiece a ganar dinero para contribuir en el hogar, en vez de estudiar -«aquí parece que la escuela fuera algo inútil», dice el joven-, tampoco le fomentan o apoyan en el interés por la ópera que demuestra cuando le acerca los fragmentos en audio a la madre.
El canto como símbolo de una vida distinta
Un encuentro casual con Sarah, una cantante lírica que está dando clases de canto a un grupo de niñas, significará un cambio para Nour porque, aunque su primer acercamiento es bastante crispado y no muy auspicioso, poco a poco esta será no sólo la oportunidad de conocer más del canto y la ópera, sino además la instancia para recibir un trato más cordial, sensible e interesado en su bienestar y la posibilidad de pensar en un futuro distinto. Pero al mismo tiempo las tensiones con sus hermanos son el recordatorio de la inestabilidad doméstica.
Yohan Manca consigue retratar muy bien, de manera vivida y creíble, el cotidiano de los protagonistas, muy bien interpretados por el elenco que encabeza el simpático y desenvuelto Maël Rouin Berrandou. Quizás la historia y la personalidad de los personajes no se profundizan tanto, a ratos el filme cae en algunos estereotipos y ciertas soluciones y decisiones argumentales son demasiado simplistas, pero en general el resultado es muy efectivo, atractivo e incluso entrañable. Como era de esperar, en la banda sonora, además de los contagiosos sones del franco-libanés Bachar Mar-Khalifé, se pueden oír conocidos trozos de ópera interpretados por ilustres voces: desde «Una furtiva lagrima» de “El elixir de amor” en versión de Giuseppe Di Stefano y Maria Callas en la «Habanera» de Carmen, hasta Luciano Pavarotti en el infaltable «Nessun dorma», en la versión del primer concierto de «los tres tenores», en las Termas de Caracalla hace tres décadas. El soundtrack es ecléctico, porque en un momento se puede pasar del brindis de La traviata -el nombre de la ópera que se incorporó por estos lados al título original del largometraje, que era simplemente Mis hermanos y yo- a un rap. Y la misma película refleja eso, porque el espectador pasará de la violencia a la ternura de un abrazo inesperado, o de los momentos difíciles a los toques de humor. Simpática y dinámica, con buen ritmo y la capacidad de emocionar en ciertos pasajes, el resultado de la película es grato y amable, y definitivamente mucho más satisfactorio de lo que parecía a simple vista.
Título original: Mes frères et moi
Director: Yohan Manca
País: Francia
Año: 2021
Género: Drama familiar
Duración: 108 minutos
Guión: Yohan Manca
Con: Maël Rouin Berrandou, Judith Chemla, Dali Benssalah, Sofian Khammes, Moncef Farfar, Luc Schwarz, Olivier Loustau
Música: Bachar Mar-Khalifé
Producción: Julien Madon
Fecha de estreno: 3 de noviembre, 2022
Distribuidora: Cinecolor Films
