La muerte de Tomás Vidiella golpeó fuerte, no solo porque se trata de un gran actor de dilatada trayectoria, sino también porque dejó en evidencia una realidad que las autoridades quieren tapar con un dedo: una industria cultural deprimida por el COVID 19, que no ha tenido ayuda para poder solventar a las miles de personas que dependen de ella y que son las más afectadas por las medidas gubernamentales de prevención.
De qué otra manera se puede explicar que un connotado actor de 83 años, con enfermedades de base, o sea de altísimo riesgo, se haya unido a los ensayos de una obra que sería presentada en forma presencial en un recinto artístico comunal. Su deseo de contribuir a la reactivación del teatro, de brindar trabajo a mucha gente que estaba padeciendo necesidades y ser una luz de esperanza en este largo túnel, fue más fuerte que su propia vida.
RECLAMAN POR LA POCA AYUDA DEL ESTADO
Los Teatristas y la Agrupación de Salas independientes, a los que se suman trabajadores de la cultura de nuestro país denunciaron, a través de un comunicado, la desmedrada situación en que se encuentran y la escasa ayuda que han recibido. Más aún, dan cuenta de lo ocurrido en el ex Teatro Oriente que gatilló que la Fundación Cultural de Providencia, pese a las advertencias realizadas por este gremio, prefiriera convocar a ensayos de una obra que debutaría en forma presencial, en vez de invertir en obras que pudiesen ser mostradas vía streaming y gratuitas a una mayor cantidad de personas y sin riesgo.
Agregan que esta actitud, además de contravenir las indicaciones del Ministerio de Salud y las advertencias de los trabajadores del área, demuestra una insensibilidad absoluta hacia una realidad que día a día es más evidente: estamos ante un aumento de los contagios que, probablemente, se descontrole a la luz de las malas decisiones preventivas que se están adoptando.
AYUDA DEBE SER COHERENTE CON LA PANDEMIA
Lo ocurrido durante el ensayo de la obra “Orquesta de señoritas” donde varios actores se contagiaron con el COVID solo demuestra la gran necesidad que existe de apoyar, de buena manera, la industria de la entretención que sigue siendo la más golpeada. De otra manera no se entiende que un gran actor, de la cuarta edad, como lo fue Tomás Vidiella haya arriesgado su vida por un bien mayor: ayudar a su industria a sobrevivir, aportando un granito de arena a su reactivación. Esto, probablemente, sabiendo que la decisión de hacer la obra era una mala decisión…una más de personas que, al parecer, no quieren entender la realidad que estamos viviendo.
Ojalá que lo ocurrido sirva para que las autoridades entiendan que deben apoyar a la cultura, pero no obligándolas a estrenar obras presenciales, sino entregándole recursos y herramientas para que construyan y gestionen una buena plataforma digital que sirva para mostrar su arte, dar empleo y generar audiencias cumpliendo con las normas impuestas por una pandemia que está más vigente que nunca, aunque nos quieran vender la ilusión contraria. El gran Tomás es prueba de ello. Descansa en paz.