La última realización de Terrence Malick, un director de culto, que se caracteriza por describir la belleza de la naturaleza como una forma de oponerse a las bajezas, a la ambición y la crueldad del hombre. Esta nueva entrega está basada en la historia real de Franz Jägerstätter, un simple agricultor austríaco que pagó un alto precio por mantenerse fiel a sus principios religiosos, que le impedían jurar lealtad a Adolf Hitler, durante la segunda Guerra Mundial. Su acto de coherencia moral le valió ser declarado beato por el Papa Benedicto XVI, el 26 de octubre de 2007 en la catedral de Linz y, desde entonces, venerado por la Iglesia católica.
Franz y Fani Jägerstätter (August Diehl y Valerie Pachner, respectivamente) son un feliz y enamorado matrimonio que vive con sus tres hijas pequeñas en su granja, ubicada en la zona alpina de Sankt Radegund. Son campesinos y durante la primera hora de la película, porque dura casi tres horas así que hay que ir preparados, los vemos hacer su vida en el campo y en el pueblo, donde ambos son muy queridos por la comunidad. El protagonista es un hombre de fe, aunque no fanático, ni demasiado austero, es ingenioso, aficionado a las motocicletas y completamente moderno en muchas de sus actitudes con su esposa y su hermana como compañeras de trabajo. 
Cuando estalla la Segunda Guerra Mundial, los hombres del lugar empiezan a respaldar el nazismo, pero este personaje no es como la mayoría ya que no se deja arrastrar por el creciente entusiasmo de esta violencia ideológica y bélica que, claramente, se opone a sus creencias católicas. El amor incondicional de su esposa y su fe inquebrantable son sus principales aliados. Franz es reconocido mundialmente como el primer objetor de conciencia de la historia.
El film transcurre lento, recorriendo escenas de vida cotidiana e imágenes bucólicas, que componen poco a poco un cuadro propio de Malick, llenando el alma del espectador de preguntas existenciales. De verdad, hay momentos en que la belleza de los paisajes satura y apabulla. Es como todo demasiado perfecto, el amor indestructible del matrimonio es muy idealista y me da la impresión que este escenario es para resaltar la postura del protagonista, que a los ojos del realizador es como un santo, la encarnación del anti héroe del imaginario colectivo.
El cineasta de 76 años entrega, a mi juicio, un testimonio de fe que conlleva un mensaje místico basado en una idea que ha ido madurando a través de sus películas: las más conocidas “Una Delgada Línea Roja”, “El Árbol de la Vida”, “To the wonder”. En “Una vida oculta” siguen presentes sus sellos característicos: la lentitud del relato, las voces en off, la simplicidad de los cuadros y lo más importante, tiene un guión sólido que es perfecto. A pesar de la larga duración del filme, no sobra nada y eso es un mérito.
La intención de Malick es claramente una advertencia para no volver a caer en los horrores del pasado. La película es una invitación a tomar partido: a través del ejemplo de Franz, a luchar contra el mal, a dar testimonio de la propia fe, a no venderse a la corrupción del alma. Por lo mismo, no es difícil conectar con su postura moral contra el nazismo.
Y por eso sostengo que Malick quiere trascender con esta película, de hecho, el título está tomado de un verso de la escritora inglesa George Eliot, a quien cita en el filme: “Pues el bien creciente del mundo depende en parte de actos no históricos; y las cosas no son tan negativas para ti y para mí como habrían podido serlo, en parte a causa del número de personas que vivió fielmente una vida oculta, y descansa en tumbas no visitables”. Ojalá todos se animaran a ver esta pequeña joyita cinematográfica, pero tengo claro que solo lo harán los fieles seguidores de Terrence Malick.
