Aunque Shakespeare escribió más de una treintena de obras y la mayoría de ellas son clásicos incuestionables del teatro mundial, sólo un puñado de éstas han sido más frecuentemente adaptadas a la pantalla grande. Sin dudas, peleando el sitial especialmente con Hamlet y Romeo y Julieta, Macbeth figura entre las más filmadas, con emblemáticas versiones que ya son consideradas auténticos clásicos y a cargo de prestigiosos autores, como la dirigida y protagonizada por Orson Welles en 1948; la versión nipona de Akira Kurosawa, “Trono de sangre”, de 1957; y la de Roman Polanski en 1971.
Eso es sólo por nombrar algunas, porque hay muchas, desde varias adaptaciones ambientadas contemporáneamente en el mundo de la mafia, hasta otras que transcurren en las más diversas latitudes y épocas, desde la Edad Media hasta nuestros días. Es que con su trama de ambiciones y sed de poder por el trono de Escocia que terminan influyendo en la psicología de sus protagonistas, la llamada «obra escocesa» sigue interpelando a los espectadores actuales con la misma fuerza que le ha permitido sobrevivir durante siglos, ya que al igual que buena parte de las otras tragedias del legendario autor británico, refleja el alma humana con todas sus luces y sombras de una manera que logra trascender al paso del tiempo y mantenerse totalmente vigente más allá de las modas y estilos.
La más reciente versión fílmica es de hace sólo siete años: la de 2015 que dirigió el australiano Justin Kurzel, con Michael Fassbender y Marion Cotillard encarnando a la pareja protagónica y aunque no funcionó bien en la taquilla, cosechó elogios de críticos y cinéfilos. Y si tomamos en cuenta que esta adaptación fue tan reciente, ¿se podría justificar una nueva, con tan poca distancia de tiempo, como la que desde hace unos días ya se puede ver en Apple TV, cuatro meses después de su premiere mundial, cuando fue el filme inaugural del Festival de Cine de Nueva York? Si se trata del debut en solitario de uno de los hermanos Coen, dupla que figura entre los más aplaudidos cineastas estadounidenses contemporáneos y además está protagonizado por dos reconocidos actores ganadores del Oscar, se entiende que hubiera muchas expectativas con este nuevo paso a la pantalla de la obra, que ha tenido una positiva acogida de la crítica.
El Shakespeare de Joel Coen
A lo largo de más de tres décadas y 18 largometrajes que incluyen títulos tan relevantes como “Barton Fink” y “Fargo”, los hermanos Coen han desarrollado una de las filmografías más interesantes del cine reciente y aunque la mayor parte de ésta corresponde a historias originales que escribieron y dirigieron en conjunto, también han tenido buenos logros en adaptaciones, como en su remake de “Temple de acero” (2010) o muy especialmente con su notable “Sin lugar para los débiles”, basada en la novela de Cormac McCarthy y por la que en 2008 recibieron el Oscar a la Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Guion Adaptado. Además de haber confirmado su habilidad adaptando material ajeno, la dupla ha demostrado ser unos lúcidos y agudos observadores del ser humano, lo que se conectaría muy bien con lo que despliega Macbeth, pero de todos modos era sin duda un gran desafío para Joel Coen en su primera incursión sin su hermano Ethan medirse con Shakespeare, ni más ni menos. Eso sí, considerando que algunas de las obras más famosas del bardo inglés de todos modos tienen espacio para momentos cómicos en medio del drama y los Coen han brillado siempre especialmente con su humor negro, en esta oscura y sangrienta tragedia no había por dónde hacer reír. Con todo esto, en verdad este importante paso de Joel Coen era un riesgo que podía desembocar en decepción.
Pero afortunadamente el resultado funciona muy bien y aunque tal vez no llega a los niveles de Welles, Kurosawa o Polanski, el director consigue una adaptación bastante potente, que es muy fiel al texto original sin recurrir a modernizaciones, aunque indudablemente el componente racial puede llamar la atención a más de alguien, al tener a un puñado de actores afroamericanos en importantes roles de nobles pese a ser una obra ambientada en la Escocia medieval. Pero por sobre la fidelidad a lo escrito por Shakespeare, “La tragedia de Macbeth” destaca especialmente por su visualidad, realzada por la espléndida fotografía en blanco y negro del francés Bruno Delbonnel, quien saltó a la fama hace dos décadas con Amélie y ha sido nominado cinco veces al Oscar, una de ellas por su bello trabajo en “Inside Llewyn Davis” (2013), la primera vez que colaboró con los hermanos Coen.
Evocador blanco y negro
Tratándose de una obra como esta, con los precedentes de otras versiones del pasado en blanco y negro y conociendo el respeto y amor por la historia del cine que han demostrado siempre los Coen, no es de extrañar que al ver este nuevo Macbeth a los cinéfilos se les vengan a la memoria clásicos: si en la única ocasión en la que los hermanos no habían recurrido al color, “El hombre que nunca estuvo” (2001), la magnífica fotografía de Roger Deakins evocaba en especial al cine noir de los años 40, en esta ocasión las referencias que se pueden encontrar acá van desde el cine mudo y el expresionismo alemán hasta los trabajos de Dreyer y el propio Welles. Además del expresivo blanco y negro de Delbonnel y el tipo de encuadre utilizado, contribuye en particular a esto el trabajo escenográfico que desarrolló el equipo encabezado por el diseñador de producción Stefan Dechant y el director de arte Jason T. Clark. Desde el inicio, con la perturbadora y enigmática aparición de la(s) bruja(s), es notorio que acá no se esconde el artificio, e intencionalmente no estamos ante un enfoque totalmente realista, como denotan por ejemplo los instantes en que se ve la noche estrellada, o el efectivo uso de CGI, y algunos momentos hermosamente iconográficos, como cuando se divisa la silueta de Lady Macbeth en el acantilado, o la presencia del bosque en el desenlace. Filmada en estudio, la propuesta es muy estilizada, impresión que se refuerza con los escenarios, cuya arquitectura y uso de los espacios, por ejemplo, en el castillo de los Macbeth, acentúan aún más el efecto del blanco y negro, con sus claroscuros, las penumbras y la forma en que la luz se cuela entre la oscuridad.
Como era de suponer y, como se espera siempre en cualquier adaptación de Shakespeare, son muy relevantes las actuaciones, más aún teniendo en cuenta que los protagonistas son Denzel Washington y Frances McDormand. Por este rol él estuvo nominado al Globo de Oro y actualmente postula al SAG, lo que parece indicar que podría recibir además su séptima nominación al Oscar como Mejor Actor; más allá de los premios, su desempeño es muy sólido y se complementa bien con la recia, dura e implacable Lady Macbeth de Frances McDormand, esposa de Joel Coen en la vida real y habitual presencia en la filmografía de los hermanos (de hecho, ganó por Fargo el primero de sus tres históricos Oscar como Mejor Actriz, el más reciente hace sólo un año, por Nomadland). Aunque no se puede dejar de reconocer la fuerza interpretativa de ambos, es cierto como más de alguien ha comentado, que llama la atención que el enfoque en esta ocasión se centre en una pareja más madura de lo habitual en estos roles y personalmente no logro creerme que ambos conformen un matrimonio. Aunque en personajes importantes, pero que aparecen brevemente, figuran conocidos actores como Harry Melling, Corey Hawkins, Brendan Gleeson y hasta el veterano Stephen Root, incluso más que ellos o Washington y McDormand, llaman la atención otras presencias, como la ambigua interpretación de Alex Hassell que lo hace parecer casi más una intrigante serpiente que un ser humano, y especialmente las sobrenaturales apariciones de las brujas que encarna brillantemente en cuerpo y voz la actriz Kathryn Hunter.
Mucho más que teatro filmado
Aunque La tragedia de Macbeth es quizás más grave y solemne que otras adaptaciones de esta obra, de todos modos, no estamos ante la clásica «obra de teatro filmada» en que a menudo se transforman las piezas llevadas al cine, como vimos que ocurría por ejemplo en la temporada de premios 2020-2021 con “La madre del blues” (Ma Rainey’s Black Bottom), producida precisamente por Denzel Washington. En momentos como el asesinato del rey y cuando se descubre el cadáver, o en todas las escenas finales, en especial el contundente desenlace, la puesta en escena de Joel Coen se luce y destaca por su punto de vista, realzado por el ritmo que aporta el montaje (del propio director junto a Lucian Johnston), realzado por la atmosférica banda sonora de otro habitual de los hermanos, Carter Burwell. No estamos ante una obra maestra, y claramente si comparamos con los títulos más transversales que dirigía junto a su hermano, esta es una película más para cinéfilos o especialistas en Shakespeare, pero de todas maneras en su debut en solitario el mayor de los Coen consigue superar el desafío y no defraudar las expectativas. Entrega otro Macbeth que merece ser destacado entre las diversas adaptaciones previas.
Título Original: The Tragedy of Macbeth
Director: Joel Coen
País: Estados Unidos
Año: 2021
Género: Drama
Duración: 105 minutos
Con: Denzel Washington, Frances McDormand, Alex Hassell, Bertie Carvel, Harry Melling, Corey Hawkins, Kathryn Hunter, Brendan Gleeson, Stephen Root
Guión: Joel Coen, adaptando la obra de Shakespeare
Música: Carter Burwell
Producción: Joel Coen, Robert Graf, Frances McDormand
Fecha De Estreno: 14 de enero, 2022
Web: Ver Acá
Plataforma: Apple TV