Aunque no son pocos quienes dicen que el cine parece haber agotado sus ideas, cada cierto tiempo aparece en el circuito internacional alguna película que se resiste a una clasificación tradicional, que no es fácil de encasillar y que cautiva a los cinéfilos al sentirse como algo fresco y distinto, aunque no siempre su encanto o fascinación se traslade a audiencias más transversales y masivas. Uno de los ejemplos más llamativos y recientes de esto es What Do We See When We Look at the Sky?, cuyo título en la cartelera española, donde debutó hace pocos días, fue traducido literalmente como ¿Qué vemos cuando miramos al cielo?, aunque en la plataforma donde se puede ver actualmente, Mubi, la traducción del título es levemente distinta: ¿Qué es lo que vemos cuando vemos el cielo?
Desde su exhibición el año pasado en la competencia oficial del Festival de Berlín, donde recibió el premio Fipresci, este segundo largometraje del director y guionista Alexandre Koberidze ha sido premiado en certámenes de latitudes tan diversas como Chicago, Sevilla y Mar del Plata. El realizador ya había dado que hablar con su ópera prima, estrenada internacionalmente con el título en inglés Let the Summer Never Come Again, que también debutó a nivel mundial en la Berlinale en 2017, y pocos meses después se pudo ver en Chile como parte de la competencia del Festival de Valdivia, donde recibió una mención especial (y donde el año pasado What Do We See When We Look at the Sky? fue la película de clausura, en calidad de premiere latinoamericana). Con su extensa duración de casi tres horas y media y su propuesta formal, dividió las opiniones de críticos y cinéfilos.
What Do We See When We Look at the Sky? también genera opiniones muy diversas, desde quienes la encuentran magistral hasta quienes no consiguen conectar con su propuesta y la encuentran aburrida o sobrevalorada. Pero nadie podría negar que por su historia y cómo está contada, estamos ante una producción muy atípica y -la palabra que más se repite al hablar de ella- inclasificable.
Del posible romance al registro documental
Al inicio asistimos a un encuentro que casi parece cómico, cuando un hombre y una mujer chocan por casualidad no una, sino tres veces en el mismo lugar, delante de un jardín infantil del que pocos minutos antes vimos salir a niños y niñas; él es Giorgi, un futbolista, y ella es Lisa, estudiante que trabaja en una farmacia. Su particular manera de conocerse también la veremos de manera poco convencional, ya que está filmada sólo mostrando el suelo y sus pies. Y cuando nuevamente el azar cruce de nuevo sus caminos, de noche en la misma jornada, la cámara los enfoca desde muy lejos, y en un breve diálogo quedan en juntarse al día siguiente en un café. La voz en off de un narrador, que es el propio director de la película, nos da cuenta del amor a primera vista que ha surgido entre ambos.
Con ese inicio, podríamos imaginar que estamos ante una encantadora y tradicional historia de amor. Pero pronto nos enteraremos no sólo de que Lisa tiene cuatro amigos no humanos -una plántula, una cámara de vigilancia, una vieja alcantarilla y el viento-, sino además de que un ojo maligno les ha enviado una maldición a ella y Giorgi: luego de que se vayan a dormir, al día siguiente despertarán con otra cara, habrán olvidado los conocimientos que más manejan -la medicina y el fútbol, respectivamente- y al acudir a la cita ninguno de los dos reconocerá al otro, por lo tanto la posibilidad de un romance queda truncada.
Todo esto ocurre pocas semanas antes del inicio del Mundial de Fútbol, evento que parece entusiasmar a buena parte de los habitantes de la apacible ciudad donde transcurre la historia: Kutaisi, que en el pasado fuera capital de Georgia y actualmente es la sede de su Parlamento. Y entonces la historia pasa del romance a la pasión por el fútbol, centrada especialmente en Messi y la selección argentina; pero el registro cada vez parece tener más tono de documental, y veremos desde clases de música hasta los niños y perros callejeros cuya presencia será cada vez más importante. Y luego, el proceso de producción y filmación de otra película dentro de esta película, un documental filmado en 16 mm. para el cual el equipo seleccionará y entrevistará a 50 parejas de la ciudad.
Con calidez y una vocación por el minimalismo y los pequeños detalles, Koberidze nos propone esta curiosa mezcla entre ficción y documental, que transita entre los elementos mágicos o de cuento y la cotidianeidad, y ofrece una serie de estímulos al espectador, incluyendo hasta instrucciones que debemos seguir en un momento particular.
Un nuevo logro para el cine georgiano
Además de sus méritos individuales, What Do We See When We Look at the Sky? es a la vez un nuevo eslabón en la evolución de una cinematografía que aunque poco difundida por estos lados, ha estado creciendo y aportando valiosos exponentes en los últimos años. Aunque del cine georgiano surgieron nombres tan ilustres como el de Sergei Parajanov (autor de la clásica e influyente The Color of Pomegranates, de 1969), desde que hace un siglo su territorio fuera anexado por la Unión Soviética y pasara a ser una de sus repúblicas, al igual que gran parte de las otras expresiones artísticas y culturales, la creación audiovisual dependía de los dictámenes oficiales, situación que se extendió hasta la independencia de Georgia, hace ya tres décadas.
Superados los vaivenes sociales y políticos de su primera década de independencia que incluyeron crisis económicas y disturbios, ha sido en los últimos 20 años que esa nación ha visto reactivarse su cine, que en las décadas previas ya contaba con al menos un nombre especialmente reconocido a nivel internacional: Otar Iosseliani, quien justo en estos días cumplirá 88 años y que ha desarrollado una carrera a lo largo de más de 60 años, en la que la única de sus películas que tuvo estreno comercial por estos lados, hace ya dos décadas, fue la producción francesa Adieu, plancher des vaches!, de 1999. Dos años antes de eso, en 1997, A Chef in Love, de la realizadora Nana Jorjadze, se convirtió en la primera y hasta ahora única nominación al Oscar para una película representando a Georgia.
Entre los nombres destacados del último tiempo en el cine georgiano, figuró especialmente Zaza Urushadze, tempranamente fallecido en 2019 cuando apenas tenía 54 años, y cuyo film más elogiado, Mandarinas, de 2013, se estrenó acá tres años más tarde, luego de haber sido nominada al Oscar y el Globo de Oro, aunque representando al país coproductor, Estonia. Y en los últimos años, otra elogiada película también atrajo las miradas cinéfilas hacia la realidad georgiana, aunque su director, Levan Akin, era sueco: And then We Danced, coproducción Suecia-Georgia-Francia estrenada mundialmente en la Quincena de Realizadores del Festival de Cannes 2019 y cuya sensible e intensa historia fue un potente alegato a favor de la diversidad. Además, hace justo un año Mubi estrenó en su plataforma otra de las producciones georgianas recientes más elogiadas y premiadas: el drama de 2020 Beginning, ópera prima de la realizadora Dea Kulumbegashvili.
Entrañable retrato de una ciudad y su gente
A pesar de la positiva acogida de la crítica y buena parte de los cinéfilos de todo el mundo, de todos modos es necesario reconocer y advertir que What Do We See When We Look at the Sky? no es para todos los gustos, ya sea por su duración y ritmo o por su propuesta argumental y narrativa tan libre y espontánea, en la que desde la historia original van surgiendo distintas ramificaciones y temas, y todo parece avanzar de manera fluida pero tal vez demasiado ecléctica para las audiencias que buscan entretención continua y un rumbo argumental más definido.
Efectivamente, las dos horas y media de duración podrían haberse acotado aún más, no todos los segmentos y momentos tienen la misma fuerza y algunos instantes pueden sentirse reiterativos. Pero eso no es un obstáculo para apreciar la belleza del largometraje y de las cosas simples que muestra, la capacidad de observación para mostrarnos la cotidianeidad de los habitantes de Kutaisi, para despertarnos las ganas de conocer los lugares en los que transcurre. Como retrato de una ciudad y su gente, es entrañable.
El manejo del tiempo, la conjunción entre las imágenes y la bella y encantadora música compuesta por el hermano del director, Giorgi Koberidze, nos transmiten pureza, emoción y una ternura e ingenuidad que contrastan con la época «brutal, inmisericorde» que se vive en estos tiempos, como nos dice el propio narrador, quien además de contextualizar el relato asume distintas funciones a lo largo del film y nos va contando lo que no sabemos. Entre distintos momentos que podrían parecer intrascendentes en su sencillez, hay instantes que despiertan evocaciones y transmiten una sensibilidad especial: desde esa pelota que flota en el río al término de la primera parte, o lo bucólico de un segmento ligado a la repostería, hasta uno de los momentos más hermosos y memorables y que marca la mitad de la película, un montaje de niños jugando al fútbol mientras de fondo suena el recordado himno oficial del Mundial Italia ’90, «Un ‘estate italiana», o «Notti magiche». Así como se parte con un posible romance y luego vemos en la pantalla el amor al fútbol, también todo esto se trata de una expresión de amor al cine, como comenta Alexandre Koberidze en un diálogo/entrevista de 20 minutos, que también se puede ver en Mubi a continuación del film.
Título Original: Ras vkhedavt, rodesac cas vukurebt?
Director: Alexandre Koberidze
País: Georgia, Alemania
Año: 2021
Género: Drama, romance, documental
Duración: 150 minutos
Con: Giorgi Bochorishvili, Ani Karseladze, Giorgi Ambroladze, Oliko Barbakadze, Irina Chelidze, Vakhtang Panchulidze
Guión: Alexandre Koberidze
Música: Giorgi Koberidze
Producción: Mariam Shatberashvili, Alexandre Koberidze
Fecha De Estreno: 7 de enero, 2022
Web: Página Oficial
Plataforma: Mubi